Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Mateo 5.7
La misericordia es la disposición de nuestro corazón para compadecerse de los padecimientos y sufrimientos de otros, es mostrar empatía, amabilidad, perdón y reconciliación a una persona que lo necesite aunque esta no lo merezca. Es como la gracia, un don inmerecido.
Después de pasar por el proceso de humillación, lamento y hambre espiritual, nuestro espíritu esta mas compungido y puede ver no solo nuestras necesidades, sino las necesidades de los demás, muchas veces esperamos que Dios tenga misericordia de nosotros sin embargo, si nosotros no tenemos misericordia primero de otros, no podremos alcanzar misericordia.
Una esposa misericordiosa, lamenta la condición de vida en la que se encuentra su esposo, se entristece y ora para que Dios lo liberte porque se da cuenta que el actúa de una manera incorrecta porque esta atado y necesita liberación. Notemos que Dios he tenido misericordia de nosotras primero sin nosotras ser misericordiosas, pero aun así nuestro pecaminoso corazón sigue teniendo malos deseos y Dios ha tenido misericordia.
Seriamos egoísta al querer que Dios sea misericordioso con nosotras sabiendo que somos culpables de pecado pero no podemos tener misericordia que aquel que se encuentra atado por satanás en la ira, enojo y en lascivia. Oremos por nuestro esposo como alguien por quien tenemos misericordia, presentemosle a Dios su vida deteriorada y vacía para Dios la llene de su gracia y su paz.
Que de la misma manera que nosotras hemos encontrado la gracia divina y fuimos lavada con la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo, el también sea lavado con esa preciosa sangre que sigue dando vida y libertad. Que así como nosotras hemos obtenido la verdadera misericordia, cuando nuestro altivo corazón fue abatido y nuestro espíritu altanero fue doblegado, y nos hemos vuelto mansas y humildes, a semejanza de nuestro Señor, también nuestro esposo pueda hallar su gracia ser transformado.